Muy corta la existencia de este sarpado de bohemio que vivió tan destartaladamente como la vida lo trató. Pero, paridas desde la franqueza brutal que da la lleca, Dante Linyera dejó frases que hablan con tanta sinceridad precisamente de la vida como pocos escritores. Aquí van algunas que obligan a hacerles el aguante para pensar:
"Tenés dos posibilidades: ser feliz de prepo o conocer la realidad"; "no soy cristiano ni soy judío, ni creo más que en el dolor humano"; "el laburo, ese viejo cafiolo de la existencia"; "la verdad siempre resulta menos valiosa que las buenas coartadas"; "para vivir sin esgunfio -fastidio- basta con ser mediocre complaciente". Otra vez, haceles el aguante... Sólo con ellas, que te hablan postamente del mundo Tomás, el Buenos Aires, bate que Linyera merece tener un lugar entre los escribas reos.
Este poeta, junto Carlos de la Púa -el Malevo Muñoz- y Julián Centeya, fueron los más importantes de la letra lunfarda. Claro que en la vida jugaron distinto. Linyera, encarnando a su seudónimo, vivió hambreado, nunca un mango en el bolsillo y se mantuvo anarquista hasta la locura del final. Centeya, sobrellevó la bohemia a los banquinazos y De La Púa, buscó fortuna que consiguió.
Cuando editó su único libro "Semos hermanos", Linyera escribió a los amigos: "¡Perdón, no lo voy a hacer más!". La dedicatoria dice: "A mi perro, porque no lo tengo".
Francisco Bautista Rímoli, o Linyera, en su "Autobiografía rasposa" precisó que era hijo de calabrés y nació en Buenos Aires el 10 de agosto de 1903 en un conventillo grande de la calle Independencia 1543. De pibe trabajó de "cantinero" en un bodegón de Solís y Garay y ahí conoció la noche. A los catorce pirulos ya andaba sólo por la vida. Estudió telegrafía que practicó en la comisaría 18ª de la calle San Juan hasta recibirse, cuando lo destinaron a la sucursal N° 5 del Correo en el barrio de Caballito.
Para escribir el dolor y las injusticias que le propinaba la calle, a los dieciséis años se conchabó de periodista en el matutino La Argentina, que sin suerte trataba de competir con La Prensa y La Nación. Luego fue a El Telégrafo y La Montaña, mítico periódico fundado por Leopoldo Lugones y José Ingenieros. Ya había perdido su verdadero nombre y era "Dante A. Linyera", donde la letra A no es inicial sino sólo una alusión a Dante Alighieri. También a esa edad, ya había conocido a quien admiró y llamó “maestro”, el poeta Álvaro Yunque, Arístides Gandolfi Herrero. Con más años opinó de su vida:
"¡Cha digo! cuando me acuerdo que tuve catorce abriles
justo cuando a la garufa de la vida me largué,
me entran ganas de matarme como hacen los tipos giles
pero después fumo un pucho batiendo: ¡Qué va cha ché!
Eduardo Moreno, otro poeta que lo frecuentó de cerca dijo de Linyera "lo conocí viviendo en un bulín donde apenas entraba. Había sólo una cama y el lugar que la rodeaba estaba lleno de libros por todas partes. Para entrar y salir pasaba por arriba de la cama... Yo iba, llamaba, pero no podía entrar porque faltaba espacio. Llegaba siempre curda, le daba a los libros y a las ocho de la mañana estaba dormido". Hasta que un día Linyera se fue con Alejandro Korn. Le propuso hacer la revista "La Canción Moderna" y Korn, tipo vivo, aceptó. “La canción moderna” fue luego nada menos que "Radiolandia", Linyera la dirigió de 1928 a 1933.
"Encontró a una mujer cursi, estaba en cierta poesía y en cosas raras; lo embalurdó de tal forma -justo a él que no le daba bolilla a nadie- que creyó que ella lo quería. Se casaron. Fueron a vivir a la calle Entre Ríos 337. Duraron un mes y ella se fue con un circo, mire si era rara esa Susy Paz. Cuando volvió no la recibió más. Pero la quería. Ella murió en 1981.
En “Semos hermanos” (versos arrabaleros) publicado en 1928, junta a los que conoció, laburantes, prostitutas, anarquistas y hampones en un mensaje de protesta.
Entre otros tangos surgieron de su pluma las letras de "Boedo", "Loca bohemia", "El pibe Ernesto", "Si volviera Jesús", "Florida de Arrabal", "Todo el año es carnaval".
Antes de perder la razón escribió:
“En el bulín rasposo me pasaré las horas
rascándome esta yeta que me sigue. No quiero
saber nada. ¡Nada! ¡Pucha digo, si vieras
como estoy de cansao, como estoy de fulero!”
Después, se perdió en lo sórdidos rincones de la locura y sólo un amigo lo acompañó hasta su final de apenas treinta y cinco años, el 15 de julio de 1938: Julián Centeya. Quien parló de Linyera en su “La Musa Mistonga”.
"Cantor de la mistonga vida rea,
frate leal que tuvo mano franca,
embagayao de sueños llevó en anca
la huesuda miseria.
A nadie le guardó una fulería,
pa todos tuvo un cacho de ternura.
Fué su novia mejor la mishiadura,
la huesuda miseria.
Proletario del verso, en la cinchada
puso su corazón limpio y descalzo.
Junto a tu nombre, Dante, sé que alzo
la huesuda miseria.
Era del San Cristóbal de los Greco
-yotivenco, palmera, dura yeca.
Iba a entender después que le hizo la peca
la huesuda miseria.
No tuvo más estrella que aquel pucho,
no haber tenido nada fué su todo.
Yo bien lo sé que lo atracó de un modo
la huesuda miseria.
Hermano en Carrieguito y en Florencio,
en Charles de Soussens... Mono Taborda...
entiendo que al morir zarpó de borda
la huesuda miseria".
Linyera vivió siempre pobre y fiel a su ideología anarquista. Como dijo su amigo Moreno: su locura fue causa de su mala vida, de una sífilis nunca curada y tuberculoso. Murió mal. En un pabellón, solo.