Rubia de ojos azules con quince años soñadores y fascinada por la capital federal y sus calles céntricas traspasó el umbral de LS8 Radio Stentor en Florida 8, entre Rivadavia y Diagonal Norte. Acompañaba a Nelly Omar a una actuación en vivo en la emisora. Nelly la conocía de la patria chica de las dos, el pueblo bonaerense de Guaminí, aunque la chica con su familia ya habían dejado esa localidad para radicarse definitivamente en Capilla del Monte, Córdoba.
La bella quinceañera -nacida el 15 de abril de 1920- era Susana Gricel Viganó, la que por un amor y por su segundo nombre se convirtió en una leyenda del tango y mucho más que un sólo tango.
Gricel se topó ese día de 1935 con un locutor de la radio: José María Contursi, para sus amigos nocheros, “Catunga”. Hijo de Pascual Contursi, con veinticuatro años, casado con una nena, también se las rebuscaba -¡y cómo!- en eso de escribir versos. Quienes los conocieron aseguran que el flechazo fue mutuo…
Fue más que eso en realidad, la vida de “Catunga” dejó de ser la misma cuando conoció a Gricel a pesar que ella debió volver con su familia en Capilla del Monte. Las cartas, en época del caminante correo oficial, buscaron atenuar las distancias.
Tres años después, 1938, a “Catunga” le recomiendan las sierras para mejorar sus problemas de salud. Naturalmente su elección fue entonces Capilla del Monte, y justamente el hotel de la familia de Gricel. Noviaron. Hasta que José María debió volver a Buenos Aires y la distancia se interpuso otra vez en el romance.
Para "Catunga" esta separación fue un pasaporte al sufrimiento que quedó testimoniado intensamente en varias de sus letras. En 1939 firmaría “Quiero verte una vez más”; dos años después “En esta tarde gris” (Qué ganas de llorar en esta tarde gris/en su repiquetear la lluvia habla de ti ), “Sin lágrimas” (Ya ves, mis ojos no han llorado/para qué llorar lo que he perdido/ pero en mi pecho desgarrado, sin latidos, destrozado/va muriendo el corazón ) y “Toda mi vida” (No sé por qué te perdí/ tampoco sé cuándo fue/pero a tu lado dejé toda mi vida/y hoy que estás lejos de mí y has conseguido olvidar/soy un pasaje de tu vida nada más).
Claro que a ochocientos kilómetros de distancia ella, a su vez, había decidido casarse y entonces la pena de “Catunga” escaló a una muy sentida letra de tango que tuvo nombre, historia y leyenda: Gricel.
Seguirían “Sombras nada más”, “Cada vez que me recuerdes”, “La noche que te fuiste” y “Garras” de 1945.
En 1957 Contursi enviudó con cuatro hijos. A ella, el marido la había abandonado. Cinco años después, Ciriaco Ortiz, bandoneonista y personaje a la vez, actuó en Capilla del Monte y enteró a Gricel que José María estaba solamente acompañado por el alcohol. Ella viajó a Buenos Aires y, como debe ser, se casaron en Córdoba el 16 de agosto de 1967: él con 56 años y ella, 47. No se separaron hasta el 11 de mayo de 1972 cuando el cuerpo maltratado de Contursi dijo basta en ese pueblo cordobés donde el matrimonio estaba instalado. Ell lo sobrevivió dos décadas.
Gricel, en quien “Catunga” no dejó de pensar y la sublimó cuando en un par de papeles arrugados escribió: “No debí pensar jamás/ en lograr tu corazón/y sin embargo te busqué/hasta que un día te encontré/y con mis besos te aturdí/sin importarme que eras buena/Tu ilusión fue de cristal/se rompió cuando partí/pues nunca… nunca más volví/¡qué amarga fue tu pena!”.
Fotos: José María Contursi y la pareja con Gricel, en Córdoba.
Gracias a Eduardo Parise por datos para esta nota.